Los segundos parecían horas, pero ya no había vuelta atrás. No podía fracasar… jamás me perdonaría hacer el ridículo delante de aquellos que, de todo corazón, apostaban por mi éxito.
El temor me invadía, creo que se me notaba; pero todos entendían mi situación.
La verdad es que no me detuve a pensarlo mucho, de lo contrario se me hubiesen enfriado las ganas, como sucedió en anteriores intentos.
No tenía idea de la algarabía que se iba a formar cuando, tras dar mi primer cuarteto de pasos tambaleantes, alcancé los brazos de mi orgullosa madre.
Así es la vida, llena de retos que solo se pueden superar si se toma la decisión acertada en el momento oportuno.
Luis Gutiérrez González